miércoles, 9 de abril de 2008

El río que nos lleva.

Moderado en su caudal por el estiaje, no bulle con exceso ni vocifera; cunde en su álveo de laja con un murmullo sordo y un color dramático adquirido en los veneros de caparrosa donde se origina.

Tiene aquí todo su carácter histórico y maligno; es el Urium de los romanos, el Aceche de los baledíes, el tremendo río de las lágrimas, de cuyas linfas "no se logra ningún género de pescados ni otros seres vivos, ni la gente la bebe, ni las alimañas, ni se sirven de ellas los pueblos para cosa ninguna..."

Ya mezcló sus perfidias con las del río Agrio, que brota en el cerro de Salomón; se dejó influir por el raudal siniestro de los Pozos Amargos; se clavó muchas veces, como un puñal, en el pecho cobrizo de lal sierra, y arrumbó por las pizarras montaraces, tinto en los colores prodigiosos de las minas.

CONCHA ESPINA. El Metal de los Muertos.

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