martes, 31 de mayo de 2011

La Molinera de Gadea.

Este pequeño reportaje lo he podido hacer gracias a la colaboración de Josefa Rivera y de sus dos hijas Ilde y Teresa Bernal. A ellas y a su padre, Fernando Bernal Mora, está dedicado.

Jesús Rivera y Josefa Rivera en el Molino de Gadea.

Sus recuerdos se remontan a los años de la posguerra civil española, cuando las fuerzas del orden perseguían por el campo a los “izquierdistas” que huyeron tras el golpe de estado de 1936.

Josefa vivía con sus padres en el Guijo, aldea forestal de Niebla, Huelva. Las viviendas eran chozas que tenían la base de material y el techo de juncos. Su padre, Jesús Rivera Jiménez, se dedicaba al ganado y sembraba en los baldíos de Niebla.


Hijos y amigo de Josefa en las viviendas de la Estación de Gadea.

Los fugitivos, acosados por los militares y por la necesidad, pedían comida a los agricultores, hecho que provocó el desplazamiento forzoso de todos ellos a otros lugares. Uno de esos lugares fue la actual zona de Gadea en la que existía una garita de soldados encargados de la vigilancia del río Tinto, y en la que los agricultores volvieron a construir sus chozas. Alguno de ellos llegó a vivir bajo una de las pilastras del puente que atraviesa el río. La familia de Josefa decidió marchar a Villarrasa y solo volvían al campo para recoger la cosecha.


Teresa junto a la casa del Molino.

En 1935 se construyó el puente de Gadea junto al que existía y existe un molino harinero y su correspondiente casa. La empresa constructora del puente aprovechó la casa del molino para guardar el material de obra. El padre de Josefa, con el fin de estar más cerca del ganado y de las tierras de labor pidió utilizar la casa del molino. Más tarde, compró el molino y arregló la casa como vivienda.

Los molinos tenían que ser montados y desmontados todos los años, pues las crecidas del río Tinto en invierno dejaban sus interiores llenos de arena. El padre de Josefa aprendió a reparar los molinos y posteriormente también aprendió a moler en ellos. Además de las tareas ya comentadas, Jesús Rivera vendía la miel que recogía de sus colmenas a los vecinos de las cercanas localidades de La Palma del Condado y Bollullos par del Condado, de las cuales venían muchas personas a bañarse a las “curativas” aguas del Tinto.


Amigos y e hijos de Josefa junto a un tren cargado de mineral.

El Capataz Mayor de Vía del Ferrocarril de Riotinto, allá por los años 40s, escribió un cuento llamado “La Molinera de Gadea” dedicado a Josefita y publicado en la Revista de la Sociedad de Ferrocarriles de Madrid. En el, su autor contaba la vida de la molinera y de su amigo Manolito, que vivía en una de las chozas de junco que había en los alrededores. Juntos iban todos los días a Villarrasa, para asistir a la escuela. Un día mientras hablaban de sus cosas, ella le dijo a Manolito que iba a poner unos zapatitos en la ventana de su casa para que los Reyes Magos le dejasen un regalo. Manolito quiso hacer lo mismo, con la mala suerte que uno de los trenes de Riotinto lo atropelló al cruzar la vía. La molinera le ponía flores en su tumba todos los días. En el cuento se decía que la molinera era hija única y huérfana de madre. Josefa vivía efectivamente sola con su padre.


Fernando Bernal dando vía a un tren hacia Riotinto.

Josefa conoció a Fernando Bernal Mora en Villarrasa; por aquel entonces Fernando trabajaba en la Compañía de Riotinto como ferroviario. En 1954 fue destinado a la Estación de Gadea como Jefe de Estación, cuando la mayor parte del capital de la Compañía pasó de manos inglesas a españolas. Allí continuaron su relación hasta que se casaron el día 8 de septiembre de 1957. No por ello abandonaron el molino, todo lo contrario, compaginaron el trabajo de molienda y el de la miel con el trabajo en la estación de ferrocarril. La casa del molino la prestaban a los Palmerinos y Bollulleros que seguían yendo al río Tinto a bañarse en sus rojas aguas. Desde los pueblos al río, los bañistas se desplazaban en todo tipo de transportes; coches de caballos, bicicletas, burros... Los trajes de baño que utilizaban estaban confeccionados con tela de saco y llevaban botones. Los ponían a secar en la terraza de la casa del molino.


Teresa en el andén de la Estación de Gadea.

Durante su estancia Gadea, Josefa tuvo dos hijos, Ildefonso en 1959 y Teresa en 1961 (nacieron en Niebla). Su hija Teresa estuvo hasta los nueve años en Gadea, recibiendo en la Estación sus primeros cursos de enseñanza obligatoria y siendo su maestro D. Manuel. Su hijo Ildefonso murió desgraciadamente a la temprana edad de 9 años, de leucemia, el 1 de mayo de 1968. Lo enterraron en Valverde del Camino, ya que Josefa era natural de esa localidad. Recientemente han traído sus restos a Niebla y los han depositado junto a los de su padre.


Josefa ante un vagón de pasajeros.

En 1970, cuando ya vivían en Niebla, nació su tercera hija, a la que llamaron Ildefonsa en recuerdo de su fallecido hermano.


Teresa junto a la Dresina.

En 1971 Fernando fue traslado a la Estación de las Mallas, en Niebla, también como Jefe de Estación. En 1975 el ferrocarril dejó de hacer el trayecto Riotinto-Huelva, y finalizaba su recorrido en las Mallas, dónde se trasvasaba la mercancía a camiones. En su vida laboral, Fernando trabajó en casi todas las Estaciones del recorrido férreo, principalmente en Las Cañas, Berrocal, Los Frailes y Jaramar, pero siempre de manera provisional, ya que su puesto estaba en Gadea. Fernando se jubiló en 1984, el mismo año en que el ferrocarril dejó definitivamente de funcionar.

Josefa y Fernando en el telégrafo.

Aparte de su trabajo como ferroviario, Fernando era muy aficionado a la meteorología, colaborando durante muchos años (1962-2006) con el Centro Meteorológico en Andalucía Occidental y Ceuta. En sus primeros años colaboraba desde la propia estación de Gadea (todavía existe allí un observatorio) y al final de su vida desde su casa en Niebla, donde tenía un pluviómetro. Gracias a esta afición fue galardonado como el colaborador más antiguo del citado Centro Meteorológico. Fernando Bernal murió en mayo de 2010 cuando contaba 84 años.

Josefa junto al molino dando de comer a las gallinas.