miércoles, 2 de noviembre de 2011
sábado, 27 de agosto de 2011
Por los datos del SIGPAC sabía que no muy lejos del puente de Villalba, a unos 300 metros más o menos, tenía que darme de bruces con este Molino. Aprovechando la bajada de nivel del Pantano del Corumbel, me adentro en la Dehesa Acebuchal, eso sí, siempre pegado a la orilla.
viernes, 26 de agosto de 2011
jueves, 25 de agosto de 2011
miércoles, 24 de agosto de 2011
jueves, 4 de agosto de 2011
La zona recreativa está dedicada al Puerto de Moguer, y en ella se pueden observar una recreación en tierra del antigüo astillero y esta estructura de madera que facilita el acceso de las embarcaciones al río. También existe una bonita plaza redonda, rodeada de árboles de sombra, cuyo interior está decorado con un monumento conmemorativo del 5º Centenario del Descubrimiento de América.
En la base de este alegórico monumento, "subsiste" una placa conmemorativa que reza: MOGUER 500 AÑOS, 1492-1992. EN ESTA RIBERA DEL RÍO TINTO, ANTIGUO ENCLAVE DEL PUERTO DE MOGUER, FUE BOTADA HACIA 1488 LA CARABELA NIÑA, PROPIEDAD DE LA FAMILIA MOGUEREÑA DE LOS NIÑO, Y UNA DE LAS EMBARCACIONES QUE PARTICIPARON EN EL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA. LA RECUPERACIÓN DE ESTE ESPACIO HISTÓRICO ES UNA VIEJA ASPIRACIÓN DE MOGUER, CUYA TRADICIÓN MARINERA SE REMONTA A LA BAJA EDAD MEDIA. AYUNTAMIENTO DE MOGUER. (ilegible) D. FRANCISCO DÍAZ OLIVARES.
Siguiendo el carril bici dirección a Palos de la Frontera, llego a una depuradora de aguas residuales donde termina el asfalto. Desde allí hasta el molino, un camino de 1.300 metros. Cerca del molino me encuentro a un operario de Medio Ambiente de los que fumigan mosquitos en verano que me señala el lugar desde donde puedo verlo, pues acercarme es casi imposible. Es una zona de difícil acceso, llena de esteros y vegetación de marisma: la foto la saco a una distancia de 75 metros. Tan cerca pero tan lejos. El BOJA describe el Molino de Nepomuceno como sigue: Molino mareal de rodezno de canal, situado en una elevación de terreno de la marisma, derruido y cubierto por la vegetación. Solo conserva los tajamares, un cárcavo y algunos paramentos exteriores del mismo, semienterrados debido al proceso de colmación.
Las Marismas del río Tinto, en los términos de Huelva, Moguer y San Juan del Puerto, albergaron gran cantidad de molinos mareales; Madoz en 1845 señala que había 11 molinos de represa (el Mapa Fisiográfico del Litoral Atlántico de Andalucia contabiliza hasta 13 molinos mareales)
martes, 26 de julio de 2011
Día 15 de Agosto de 1915
Han transcurrido cincuenta años desde que dí la primera patada el primer balón que estrenamos en el primer campo de fútbol que hubo en La Palma, en el terreno hoy llamado La Alegría de la Huerta, por ser este nombre con que se conoce hoy el terreo donde está enclavada dicha barriada, y que fue, precisamente, el que utilizamos en aquella fecha una reunión de once jóvenes, y que podemos decir que eran casi todos estudiantes, a la sazón en la Capital de nuestra amada provincia de Huelva.
Casi nada decir ¡¡cincuenta años!! Pero los que podemos recordarlo, de los once que empezamos, no tenemos más remedio que pensar que es un record de bastante consideración, prueba de ello que los que se conservan bien, que son los menos, están para "sopita y buen vino" y que Dios nos conserve algunos añitos más para que sigamos poderlo recordar en buena hora sea.
Recordar aqulla época, es algo maravilloso. Era precisamente en pleno apogeo de la primera guerrra europea, y sin embargo la juventud, salvo en pocos momentos en que se hacían los más ligeros comentarios sobre sucesos tran transcendentales, sólo pensaba nuestra imaginación en volar detrás del balón y no ocurrírsenos otra cosa que cómo orgnizaríamos con toda rapidez un equipo de fútbol que nos divirtiera y solo nos proporcionara el placer que nuestros años jóvenes veían en nuestra imaginación calenturienta.
Efectivamente, reunidos en un pollete de la que era Plaza de El Progreso (hoy Altozano), una reunión de cinco o seis amigos, uno de ellos tuvo la feliz idea de ocurrírsele decir... ¿Vamos a organizar un equipo de fútbol? Y ni que decir que todo fue momentáneo. Primero hay que buscar un sitio en donde vayamos a instalar el campo, y se pensó en el acto. Tenía Dª Teresa Romero, Viuda de D. José Rañón, un terreno recien despoblado de olivos en el sitio en que está enclavada La Alegría de la Huerta, completamente llano y que en aquella fecha lo tenía su dueña arrendado a un Sr. que dedicaba dicho terreno a un majadar de cabras, y ni corto ni perezoso, varios de ellos nos destacamos a arrendárselo a dicha Sra. Y sin más garantías que nuestra personalidad (el mayor tenía 17 años), y sin otra solvencia que la que nos proporcionaba nuestra recien nacida Sociedad, a la que pomposamente pensamos llamarle LA PALMA F.C., nos lanzamos a esa cosa tan seria que a nosotros nos parecía un juego más de nuestra edad, y que con el tiempo sería una cosa tan sería que es de ver la importancia que tiene en el mundo: el Fútbol.
Nuestra presencia en casa de la citada Sra. causó admiración, al mismo tiempo que sorpresa, ya que destinar nada menos que una magnífica suerte de tierra por el capricho de unos jovénes a dar patadas a un balón, que ni teníamos tal balón y que había que reunir el dinero necesario para compararlo, como así la correspondiente bomba para inflarlo y los parches etc. No sabemos si a la dicha Sra. le hizo gracia nuestra osadía o es que ya empezaba lo que hoy podemos llamar la "era del Fútbol", lo cierto es que nos contestó con toda rapidez que nos marchásemos tranquilos, que desde el día siguiente a nuestra razonable solicitud, daría las órdenes oportunas al arrendamiento para que con toda rapidez abandonase el terreno y nos dejase el campo libre, para que tomásemos posesión rápidamente.
Reunidos los componentes de la primera sociedad, empezamos por llamarle La Palma F.C., y en acto se nombró presidente, recayendo tal nombramiento en Don Juan Ramírez Pinto, hoy médico con un acreditado Laboratorio en San Sebastián, y tío de los excelentes aficionados palmerinos los hermanos Daza. Se hicieron los siguientes nombramientos: El de capitán del equipo, un servidor de ustedes, el cual nombró el siguiente equipo de jugadores: Antonio Cabezas Díaz, hoy residente en México; Francisco Díaz Pinto, Agustín Montes González, Ramón Mateos, Mariano Borrero, Cristobal Hidalgo, Juan García Díaz, Manuel Díaz Pinto y José Aguilar del Campo, estos todos desaparecidos a excepción del Sr. Cabezas Díaz, más Agustín Montes Pérez y José Roales Aguilar, que aún viven y que Dios les de muchos más años de vida.
El acuerdo más importante que tomó la directiva fue el trabajar todos sin descanso, cada uno provisto de un trozo de madera a modo de rastrillo, para que lo utilizáramos en limpiar el terreno y poner el campo en condiciones de poder empezar a jugar todos los días, con la condición que lo inaugurásemos el día 15 de agosto, fiesta de la Patrona. En este menester intervinieron todos los jugadores y muchos simpatizantes. Recuerdo que en esta labor de limpieza, cuando regresábamos a casa, nos preguntaban nuestras madres... ¿Se puede saber que hacen Udes, para traer tan mal olor y tanta tierra en el cuerpo?. Nuestra contestación era siempre la misma: Estamos haciendo un campo de fútbol... ¿Y para hacer un campo de fútbol se mezclan ustedes con el ganado?. Una vez limpio el terreno de juego y con la colaboración de Don José Díaz Flores, entusiasta y amigo de la juventud, pues todo lo que le pedíamos nos lo facilitaba en el acto, como fue el cilindro de Obras Públicas y los animales necesarios para la tracción del mismo, ya que en aquella fecha no existían otros medios, fuimos sobre la marcha a entrevistarnos con el Sr. Alcalde, que era Don Victor Rodríguez, para que nos proporcionase las porterías y cuyas medidas le facilitamos e instalamos.
Otro de los acuerdos de la Directiva fue la elección de los colores de las camisetas, y después de muchas cábalas y discusiones se acordó que fuera pantalón blanco y camisa verde, para no disgustar ni a sevillistas ni a béticos, ya que por aquellas fechas empezaba la discutida supremacía entre estos dos equipos.
Lo que disfrutábamos aquella inolvidable juventud en aquellos inolvidables días de la víspera de nuestra Patrona, no es para contarlo, sino para vivirlo y sentirlo como nosotros lo sentíamos. Para poder llevar público al campo y que empezaran a sentir afición por el fútbol, teníamos los jugadores que invitar a las jóvenes, hacer entradas para regalárselas y teníamos que buscar las sillas que transportaba el amigo de todos: Isaias "El Tobalo".
A las órdenes del árbitro, que fue D. Manuel Ramírez Pinto (q.e.p.d.) se formó el siguiente equipo:
Portero, Julián Romero. Defensas, Francisco Díaz Pinto y Ramón Mateos, los tres ya fallecidos.
En la media, José Roales Aguilar, Agustín Montes González y José Aguilar del Campo, los dos últimos fallecidos también, y en la delantera, Antonio Cabezas Díaz, hoy en México; Agustín Montes Pérez, José Díaz Pinto, Juan García Díaz y Critobal Hidalgo, estos dos últimos también se fueron para siempre.
Y con los nervios en tensión, salimos al campo los once amigos dispuestos a batirnos el cobre y, que por ser el que suscribe el centro delantero, me correspondió la circunstancia histórica de dar la primera patada al primer balón en el primer campo de fútbol de La Palma del Condado, el día 15 de agosto de 1915.
José Díaz Pinto.(falleció con 72 años el 23 de julio de 1969)
martes, 31 de mayo de 2011
Josefa vivía con sus padres en el Guijo, aldea forestal de Niebla, Huelva. Las viviendas eran chozas que tenían la base de material y el techo de juncos. Su padre, Jesús Rivera Jiménez, se dedicaba al ganado y sembraba en los baldíos de Niebla.
Teresa junto a la casa del Molino.
En 1935 se construyó el puente de Gadea junto al que existía y existe un molino harinero y su correspondiente casa. La empresa constructora del puente aprovechó la casa del molino para guardar el material de obra. El padre de Josefa, con el fin de estar más cerca del ganado y de las tierras de labor pidió utilizar la casa del molino. Más tarde, compró el molino y arregló la casa como vivienda.
Los molinos tenían que ser montados y desmontados todos los años, pues las crecidas del río Tinto en invierno dejaban sus interiores llenos de arena. El padre de Josefa aprendió a reparar los molinos y posteriormente también aprendió a moler en ellos. Además de las tareas ya comentadas, Jesús Rivera vendía la miel que recogía de sus colmenas a los vecinos de las cercanas localidades de La Palma del Condado y Bollullos par del Condado, de las cuales venían muchas personas a bañarse a las “curativas” aguas del Tinto.
Amigos y e hijos de Josefa junto a un tren cargado de mineral.
El Capataz Mayor de Vía del Ferrocarril de Riotinto, allá por los años 40s, escribió un cuento llamado “La Molinera de Gadea” dedicado a Josefita y publicado en la Revista de la Sociedad de Ferrocarriles de Madrid. En el, su autor contaba la vida de la molinera y de su amigo Manolito, que vivía en una de las chozas de junco que había en los alrededores. Juntos iban todos los días a Villarrasa, para asistir a la escuela. Un día mientras hablaban de sus cosas, ella le dijo a Manolito que iba a poner unos zapatitos en la ventana de su casa para que los Reyes Magos le dejasen un regalo. Manolito quiso hacer lo mismo, con la mala suerte que uno de los trenes de Riotinto lo atropelló al cruzar la vía. La molinera le ponía flores en su tumba todos los días. En el cuento se decía que la molinera era hija única y huérfana de madre. Josefa vivía efectivamente sola con su padre.
Fernando Bernal dando vía a un tren hacia Riotinto.
Josefa conoció a Fernando Bernal Mora en Villarrasa; por aquel entonces Fernando trabajaba en la Compañía de Riotinto como ferroviario. En 1954 fue destinado a la Estación de Gadea como Jefe de Estación, cuando la mayor parte del capital de la Compañía pasó de manos inglesas a españolas. Allí continuaron su relación hasta que se casaron el día 8 de septiembre de 1957. No por ello abandonaron el molino, todo lo contrario, compaginaron el trabajo de molienda y el de la miel con el trabajo en la estación de ferrocarril. La casa del molino la prestaban a los Palmerinos y Bollulleros que seguían yendo al río Tinto a bañarse en sus rojas aguas. Desde los pueblos al río, los bañistas se desplazaban en todo tipo de transportes; coches de caballos, bicicletas, burros... Los trajes de baño que utilizaban estaban confeccionados con tela de saco y llevaban botones. Los ponían a secar en la terraza de la casa del molino.
Teresa en el andén de la Estación de Gadea.
Durante su estancia Gadea, Josefa tuvo dos hijos, Ildefonso en 1959 y Teresa en 1961 (nacieron en Niebla). Su hija Teresa estuvo hasta los nueve años en Gadea, recibiendo en la Estación sus primeros cursos de enseñanza obligatoria y siendo su maestro D. Manuel. Su hijo Ildefonso murió desgraciadamente a la temprana edad de 9 años, de leucemia, el 1 de mayo de 1968. Lo enterraron en Valverde del Camino, ya que Josefa era natural de esa localidad. Recientemente han traído sus restos a Niebla y los han depositado junto a los de su padre.
Josefa ante un vagón de pasajeros.
En 1970, cuando ya vivían en Niebla, nació su tercera hija, a la que llamaron Ildefonsa en recuerdo de su fallecido hermano.
Josefa y Fernando en el telégrafo.
Aparte de su trabajo como ferroviario, Fernando era muy aficionado a la meteorología, colaborando durante muchos años (1962-2006) con el Centro Meteorológico en Andalucía Occidental y Ceuta. En sus primeros años colaboraba desde la propia estación de Gadea (todavía existe allí un observatorio) y al final de su vida desde su casa en Niebla, donde tenía un pluviómetro. Gracias a esta afición fue galardonado como el colaborador más antiguo del citado Centro Meteorológico. Fernando Bernal murió en mayo de 2010 cuando contaba 84 años.
sábado, 16 de abril de 2011
jueves, 17 de marzo de 2011
martes, 1 de marzo de 2011
miércoles, 23 de febrero de 2011
martes, 22 de febrero de 2011
miércoles, 16 de febrero de 2011
Allí permanecimos 71 días y sufrimos 72 asaltos o golpes de mano, aunque no llegamos nunca al cuerpo a cuerpo, los ataques fueron a base de morteros (nunca con artillería o aviación) y funcionó muchísimo el telémetro acoplado al fusil, pues dada la corta distancia entre ambas líneas, los disparos iban todos a la cabeza, nos traían fritos. El que asomaba la cabeza fuera de la trinchera era hombre muerto. El avituallamiento se hacía a través de una trinchera en ziz-zag de 60 centímetros de anchura llena de agua y en primavera de barro, que teníamos que recorrer en sus tres kilómetros de longitud hasta nuestras líneas. A través de la trinchera y procurando no asomar la cabeza teníamos que ir a por las provisiones y a por las pesadas cajas de munición de madera de 60 kilos de peso. Como continuamente teníamos necesidad de sacar agua y barro de la posición, tuvimos que clavar el cubo en un palo, subirlo y volcarlo fuera de la trinchera.
Peor que el frío fue el barro, la trinchera se había convertido en un enorme barrizal y con el fango no se podía caminar. Los pies se empapaban de agua y no había forma de secarse las botas. De disparos de morteros cayeron muchos en la trinchera, incluso soldados que regresaban para repatriarse a España. Teníamos dos bunkers, el alférez tenía su propio bunkers con su asistente y los demás en otro. Teníamos que sacar constantemente agua del pozo que se le hacía para que fuera destilando el agua.
Los rusos disponían de un armamento extraordinario, un buen naranjero que disparaba con fango, agua o nieve. Durante el tiempo que estuve en esta posición perdieron la vida 71 divisionarios de los distintos pelotones que se fueron reemplazando.
Cuando por fin nos relevaron nos llevaron a Pushkin, la estación veraniega de los Zares, para descansar y reponernos. Estuvimos alojados en el palacio de Alejandro, durmiendo en los sótanos, mientras que los alemanes se quedaron en el palacio de Catalina donde a veces ponían películas para la tropa.
Luego me mandaron a la posición de “El Dedo” (a 4 kilómetros de Pushkin), llamada así por su forma, como una península estrecha y larga, rodeada por el enemigo, permaneciendo en ella desde julio al 12 de octubre de 1943. Dada su proximidad a Pushkin, en las épocas de tranquilidad íbamos con cierta frecuencia a la ciudad, allí podíamos ducharnos y quitarnos los piojos. Los piojos se alimentaban de la ropa y tomaban el color de la prenda que llevaba uno puesta.
Se pasaron muchos divisionarios al enemigo, eran hijos de republicanos que se habían alistado para eso. Además los rusos nos martilleaban diariamente con sus altavoces para que desertáramos y pasáramos a sus filas, la propaganda era constante. Los desertores siempre aprovechaban la oscuridad de la noche y el momento en que estaban de escuchas. No les era difícil recorrer los 200 a 400 metros que separaban de las líneas rusas, llegando con los brazos en alto diciendo “spansky”, “spansky”.
Desde nuestras posiciones podíamos ver los bombarderos nocturnos que la aviación alemana efectuaba sobre Leningrado situado a 13 kilómetros de nosotros, era todo un espectáculo con los reflectores en acción. Otro espectáculo eran las noches blancas de Leningrado en verano, sin noche, pero en invierno era al contrario, con 18 horas de oscuridad. No sufrimos las congelaciones de 1941, pues ya en 1943 disponíamos de mejores equipos. Usábamos las pallenkas, botas altas de pasta gruesa que no las atravesaba el frío, buena ropa interior de acetato que al no ser transpirable mantenía los 36ºC de temperatura del cuerpo.
Hubo en ese tiempo en la posición de “El Dedo” varios golpes de mano, pero el ataque fuerte se produjo a las 3 horas de la mañana del día 12 de octubre de 1943. En esa madrugada del 11 al 12 una lluvia de proyectiles cayó sobre la posición, todos nuestros nidos de ametralladoras desaparecieron, los bunkers y las defensas saltaron por los aires. Los rusos usaron morteros y los cañones antitanque – el arma especial para cargarse los nidos de ametralladoras y muy efectiva para distancia corta, pues estábamos a menos de 500 metros de distancia – produciendo gran número de bajas y sucediéndose los actos heroicos. Al parecer atacaron tres batallones de marineros castigados y borrachos, llenos de vodka. Yo tuve la suerte de estar en un lateral de “El Dedo”, pero los que estaban en la punta sufrieron una feroz carnicería. Tras sufrir fuertes bajas fuimos relevados a las 5 de la tarde. Fue la última batalla de nuestro Regimiento.
La retirada desde “El Dedo” hasta el punto donde embarcamos en vagones de los grandes expresos europeos, con compartimentos para ocho hombres, la realizamos andando. Todas las noches recorríamos 30 kilómetros hasta alcanzar la estación de Krasnodaiark. Pero no fuimos atacados por los partisanos rusos debido a nuestro comportamiento caballeroso para con la población rusa. Así al menos rezaban las octavillas que nos fueron lanzadas desde un avión ruso (decíamos parrala o chivata)”.
Manuel Gómez Ávila era natural de Lepe (Huelva). Residió desde muy pequeño en La Palma del Condado (Huelva). Perteneció a la 7ª Cía., II Batallón, Regimiento 262 (1942-1943)